miércoles, enero 17

Como olvidarlo

Había llegado el verano del 2001:
Cálidos amaneceres, días de playa, paseos, salidas al cine, en fin: los meses más esperados después de un largo año de clases. Pero nunca me imaginé que en una mañana de enero -no recuerdo día exacto-, al salir con el propósito de divertirnos y pasar un buen momento me sucedería justo a mí, algo que ni mis amigos ni yo podemos olvidar por un largo tiempo.
El balón de fútbol pasaba y volvía a pasar muy cerca de mí sin llamar la mínima atención, pero la alegría que percibía del grupo de mis amigos que se la pasaban jugando con él, eso era de envidiar. Pero gracias a la oportunidad del cansancio de uno de ellos logré entrar a ser parte de uno de los equipos, sin pensar lo que venía luego.
Corre, corre; oe apura pásala, fueron las últimas frases que recuerdo de aquella mañana puesto que de tanto correr mi corazón empezó a latir apresuradamente y mi cuerpo perdía estabilidad y se sentía muy flácido, luego de esto lo que nunca podré olvidar es que aparecí en la clínica con el cuerpo lleno de arena y diciendo: “estoy sin sandalias”.
Que gran susto, dicen mis amigos - y uno en especial- que se llevaron al ver lo que pasaba, y mucho más mi hermano menor que siendo un niño aún no entendía lo que sucedía pero igual el susto nunca lo podrá olvidar. Sin embargo desde aquella mañana muchos de los recuerdos de mi infancia siento que no los puedo recordar y asumo que por aquella taquicardia inesperada de ese día soleado de verano.

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