lunes, enero 28
Estío I
Ya sé que te hostigo con lo mismo, así que te cuento. Un bufón está incitando a una chica. Le sonríe con una botella de alcohol. Asombrada está ella, quien vestida con una falda larga y blusa blanca lo aleja. Él vuelve. La invita a bailar. Suena Lucy in the sky. Ella sólo atina a seguirle el paso. Sin embargo ha bebido tan sólo un sorbo, y bailó a paso muy, pero muy lento, que ha caíado. El bufón sonríe, parece que su misión fue esa. Emborracharla.
Hace unos días mamá me miraba rara. Yo no había hecho nada. No salí el fin de semana, estuve en mi cuarto leyendo una historia de esas que te atormenta la perpleja juventud. Sus indirectas fueron poco sutiles, las entendía muy bien. Sin embargo, no hice más que seguir con lo mío. A mamá no le gusta la gelatina que preparó Kathya, a mamá le irrita Kathya. Sus dedos son muy cortos, ella es muy pequeña. Yo he crecido tanto en estos últimos años, pero aún me sigue gustando la gelatina, y si es de Kathya mejor.
Ayer estuve sentado de nuevo en el sofá te cuento. Sonaba esa de los Beatles. Había una foto rara. No eras tú, vestía falda blanca y blusa corta. Mamá no estuvo en casa, salió y no dijo adonde. Kathya tan poco estuvo. Creo que salieron juntas. Sabes me sentía solo. El sofá me rechazaba y me alejaba. Insistí y me acogió, se portaba raro. Conversamos como nunca, me contó que papá estuvo renegando como siempre lo hace. Se reía del chiquito este que no viste bien. Me dijo que mi hermanito comía gelatina, la de Kathya, a escondidas. A mamá ni la vió. Me ofreció algo de tomar, creo que estuvo de lo mejor. Me cayó muy bien. Sólo recuerdo que me dijo: tengo una misión, no recuerdo cual era. Discúlpame es que terminé muy, pero muy borracho.
viernes, enero 25
Esta manía de querer programar cada hora y de saber que iré “hacer luego” me anda carcomiendo este verano. En clases, la rutina hace de mi monótono semestre que caiga en las llamadas "horas de desestrezarme". Cigarros, y algún licor se vuelven inevitables ante los fines de semana. Ahora sigue igual. Pero sin clases.
La irremediable idea de verte y de llamarte por las noches hace que no te olvide. Estamos tan cerca. Pero a la vez tan lejos. Ahora justo andabas en el sendero de tu refugio, con tenues colores seguías vestida. Tu mirada sobria y con ganas de querer atraerme como si fueras un imán me hizo seguir mi ruta. Rebelde y con lágrimas de cocodrilo iba pensando que aún me veías. No retrocedí como aquellos días del estío pasado. Ahora cambié. Mis fotos ya no trasmiten la misma alegría. Mis manos ya no te quieren sentir. Estas letras ya no te pertenecen. Pero mi mente. Mi corazón, más, no te pueden olvidar.
Difícil se hizo este día, y los demás también. Absorto estuve. Quiero entrar por esa ventana empolvada que me llevará hacia tu mesita de noche. Con la luz apagada desenvolverte. Verte reír. Jugar. Mimarnos. Dejar que el alba que trae consigo el ardiente calor del día nos acompañe. Sabina seguirá rondando nuestro ambiente. Tú, mi Chabela, disfrazada con tersos algodones me dirás que sigue.